Para seguir mintiendo

Nunca supe lo que querías decir cuando hablabas en poemas ajenos, mucho menos cuando los fabricabas tú mismo, mezclando recuerdos e inventando personas. Me resultaba un juego divertido buscarme entre tus palabras, lo admito, y te devolvía más versos por descifrar. Era gustoso creerme Eva, lástima que Adán renunciara de nuestra tierra pero, peor aún fue cuando decidí subirme a los árboles en busca de aire fresco. Y ahora…silencio, que las palabras vuelan sin decirnos nada, y solo quedan renglones para seguir mintiendo.

insensatos

Y hay dos gatos en el tejado

jugando a ser humanos,

riéndose de ambos.

Comentando que lo nuestro

es cosa de insensatos.

Oleaje.

Siempre haces lo mismo, juegas a que vuelves mientras te quedas en tu sitio de siempre, donde no pueda alcanzarte. Pareces ola que regresa para arrastrarme con ella, pero una vez que estoy en el agua te conviertes en espuma y desapareces. Te vas y vuelvo a tierra, a ver como las huellas pierden su profundidad y se difuminan con otras olas. Y crees que siempre voy a estar, pero algún día subirá la marea sin tí. Entonces nadaré en otra dirección.

Nos quedamos.

No podemos evitar caer en los juegos de miradas, en cuanto coincidimos nos encontramos. Es como intentar aparentar seriedad, es como mantenerse alegre en la adversidad. Pero ya parece que nos hacemos a la idea, ya ni siquiera pensamos en ello, ni nos buscamos ni nos sorprendemos si nos vemos. Somos cuerda sin tensar, pero muy fácil de anudar. Y nos quedamos donde estamos, porque tampoco estamos tan mal.

Que no.

Que no existen los grises, que la vida es en blanco y negro, aunque duela. No existen los quizás, ni los puede que. Lo que existen son los sí, los no. Existen las elecciones, perder y ganar, pero no existen empates en este juego. Ríe fuerte porque cuando te toque llorar será igual de intenso. No intentes dejar posibilidades atrás, no hay retornos, tampoco escapatoria. Si te equivocas elige: te levantas y luchas hasta que caigas definitivamente o te quedas en el suelo. Si aciertas cuida el premio, pero nunca te confíes porque cualquiera puede arrebatártelo. Y si llegas al punto de no saber en qué bando juegas recuerda pedir tiempo muerto, los tuyos lo agradecerán, los que no te dejarán el camino despejado.

Salvo.

Bendita columna la que sostuvo nuestra declaración de intenciones, sin pedir permiso, y con demasiados horizontes. Parece un juego del azar, el mismo que nos encontró, el mismo que nos separó. Aunque creo que más bien somos tú y yo. Ni abandonamos, ni subimos las apuestas. Y así no hay quien nos crea cuando nos juramos a los ojos que queremos seguir jugando. Salvo nosotros dos.