Así

Eran tiempos bonitos para el desorden: ni tú, ni yo, ni el resto. No había quien pusiera camino en nuestros pasos y, mucho menos, metas en nuestros sueños, principalmente porque no solíamos dormir. Andar sí andábamos mucho, pero siempre de aquí para allá y sin fijarnos en dónde poníamos los pies.

Así acabamos: ni tú, ni yo, ni el resto.